Tengo una caja enorme que contiene otras pequeñas cajas
repletas de libretas, notas y recortes de periódicos de los tres últimos
gobiernos. Esa caja vale su peso en oro, si bien su peso no es demasiado el
valor de cada una de esas anotaciones es muy grande para mí. ¿Por qué? Eso es
lo más gracioso, aún no lo sé… pero siguen ahí por algo, resistiendo al paso
del tiempo y las mudanzas.
Reconozco que tengo cierto desorden con mis cosas, pero
también tengo cierto apego a esa caja de la que no solo no puedo desprenderme,
sino que tampoco consigo encontrar el momento para ordenar todo ese desorden
por mucho tiempo libre que tenga. Quizás no puedo evitar esa sensación de
felicidad que experimento cada vez que busco algo que creo haber perdido y lo
encuentro en ese lugar mágico, donde convive el pasado con el futuro sin que el
presente le haga mucho caso.
Después de estar atascado durante
varios días en mi novela, esa caja me ha devuelto hoy la inspiración. Seguirá
ahí, escondida entre fotografías y pequeños recuerdos que colecciono con el
paso de los años, para recordarme quién fui y quién quise ser cada vez que me
pregunte quién soy ahora.
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