sábado, 22 de marzo de 2014

El precio de los sueños

Siempre he escuchado que todo el mundo tiene que perseguir sus sueños para poder ser feliz, pero resulta que hay personas que son felices con el conformismo más absoluto y cualquier otra felicidad en el horizonte les representa una dificultad, que años más tarde lamentan no haber tenido nunca la oportunidad de perseguir.

Sabemos que el ser humano es el único animal que tropieza dos –y más veces- con la misma piedra. ¿Pero acaso sabemos el por qué? Desconozco si este asunto se plantea en las escuelas de hoy, pero debería. Cuando un niño manifiesta su deseo de ser pintor, el auténtico padre le compra un pincel, lienzos y pinturas; lamentablemente hay pocos padres así, y con frecuencia hay más padres que llevados por infancia frustrada envían a su hijo a la facultad de medicina o similar, atendido por sus propias frustraciones y creando unas futuras a su hijo.

El precio de los sueños acostumbra a ser el tiempo, inducido por el conformismo o el miedo. Nos han inculcado, que no enseñado, que hay que perseguir nuestro sueño al mismo tiempo que nos inyectan el miedo al fracaso; nos han metido en el sueño de otros (ser funcionario o empleado de banca, casarnos, comprar una casa y tener hijos, etc) para tener una seguridad económica y vital que cubra el vacío existencial. ¿Pero quién nos enseña a dejar de repetir los mismos errores, propios y ajenos?

Afortunadamente nunca es tarde, solo hay que tomar conciencia y actuar en consecuencia. Pero si una vez hecha la reflexión seguimos haciendo lo mismo, esperar que los resultados cambien nos llevará a un conformismo negativo del que difícilmente podremos salir sin culpar a terceras y cuartas personas, cuando el problema siempre seguirá dentro de nosotros, el verdadero obstáculo para alcanzar nuestro sueño.

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