martes, 11 de febrero de 2014

Robo por empatía

Cuando se encuentran dos personas desencontradas, cada uno por sus propios motivos, cualquier cosa es posible. Y hoy me pasó lo siguiente:

Quiero confesar que he cometido un delito. Es un delito menor, pero precisamente por ello es más peligroso pues parece que solo los grandes delitos quedan sin castigo en esta sociedad. Confieso que he robado; pero no ha sido un robo por necesidad, ni siquiera por costumbre sino un robo por empatía.

He robado una taza de un Starbucks. En realidad he cometido dos delitos: robar mi taza y ser cómplice del robo de la taza de mi compañera de té. Y para flagelarme más, confieso que soy reincidente en este tipo de robo, además a nivel internacional. Hace siete años robé una taza de otro Starbucks en Frankfurt (ciudad alemana, para los de la ESO), pero aunque no estoy orgulloso de ello diré a mi favor dos cosas: la taza de hoy era un modelo nuevo y aquél delito ya ha prescrito.

 ¿Por qué he robado por empatía? Sencillamente, para ponerme en el otro lado de la caja registradora a la hora de pagar. Podría alegar en mi defensa que con los precios que tienen creía estar pagando también esa taza, pero mentiría. Así que mejor alegaré cierta vergüenza al hecho de delinquir no con público en sí, sino al hecho de mirar varias veces al público presente por si me estaban mirando a mí, cosa que no hacían pero intuyo que esa ansiedad ante el inmediato hurto tal vez llamó su atención.

Lección de hoy:

- Robar está mal, pero sentirte robado está peor. ¿Será esto, todo eso del karma?
- La gente piensa menos en ti de lo que te imaginas.
- Con seguridad, cualquier cosa es posible.
- Lo prohibido atrae y descarga adrenalina.

Las personas desencontradas tarde o temprano se encuentran con un igual, y por lo visto hay tazas que además de líquidos contienen palabras, sonrisas y momentos que recordar para la eternidad. Eso, no prescribe nunca. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario